Por Dion Fortune
(M.F. Violet, llamada Dion Fortune; 1891-?, 1946) Ocultista británica. Miembro del Alba dorada, eligió como divisa Deo non fortuna, de ahí su seudónimo.En 1924 fundó la Fraternidad de la luz interior, donde dispensó su ense´nanza fundamental: cómo el contacto con las fuerzas elementales procura la luz y cómo favorecer este contacto. Su libro de meditaciones cabalísticas, La cábala mística, ejerció una gran influencia.Los que se hallan fuera de la puerta cuestionan frecuentemente el derecho y sabiduría del ocultista de guardar su conocimiento por la imposición de juramentos de secreto.Estamos tan acostumbrados a ver al cientkfico dar sus descubrimientos benéficos libremente a toda la humanidad que sentimos que la humanidad es enga´nada y defraudada si algún conocimiento es mantenido secreto por sus descubridores, y no se hace asequible de inmediato a todo el que desee compartirlo.A este cargo el iniciado replica que él es el guardián de este conocimiento es representación de la humanidad, y así como un depositario no permitirla a un menor dilapidar su fortuna en extravagancias atolondradas o especulaciones tontas antes de ser de una edad como para comprender la naturaleza de sus responsabilidades, así los Hermanos Mayores no permitirán a la humanidad quemar sus dedos con grandes potencias desconocidas hasta que haya alcanzado la etapa de desarrollo que la haya hecho lo suficientemente sabia, disciplinada y purificada como para que se les confíen.El conocimiento se reserva a fin de que la humanidad pueda ser protegida de su abuso en las manos del no escrupuloso. Cualquiera que entienda la naturaleza de la Ciencia Secreta y los poderes que confiere verá la necesidad de tal precaución. La mente tiene ciertos poderes poco conocidos que son tan potentes y sutiles que, usados para el crimen, podrían trastornar el sistema social de una nación. Los juzgados reconocen que una influencia indebida puede ser ejercitada por una persona sobre otra, pero tienen poca realización de la clase de influencias que una mente entrenada puede ejercer sobre una no entrenada. El verdadero iniciado usa este poder a fin de desarrollar y entrenar las facultades superiores de su pupilo, pero el seguidor del Sendero de la Izquierda lo usa para sus propios fines, sin consideraciones del interés o bienestar de aquellos sobre los que pueda obtener influencia.Es por tanto en interés de la humanidad que el conocimiento que confiere tales poderes debe ser retenido en manos dignas de confianza, igual que es necesario que el poder de obtener drogas poderosas y peligrosas sea salvaguardado de modo que sólo puedan procurarse para propósitos legítimos por parte de gente honrada.El iniciado del Sendero de la Derecha usa todo empe´no para asegurarse de que la Ciencia Secreta sea ense´nada a pupilos dignos y sólo a estos. Por esta razón ata a cada pupilo que toma con un juramento de secreto, no sea que el neófito comunique el conocimiento que recibe antes de estar en posición de apreciar su significación.Se permite una cierta cantidad de discreción a los iniciados de los grados superiores -pueden tanto soltar como atar-, pero la mayoría de los sistemas de entrenamiento oculto estin guardados por obligaciones muy estrictas, y el Adepto mismo está atado por el juramento a comunicarlos sólo en las condiciones bajo las que él mismo los ha recibido.Así que vemos a algunos de los viejos sistemas guardando con terribles juramentos una información que hace ya mucho que ha sido impresa y publicada; y es una burla levantada contra uno de los grandes sistemas occidentales el que sus iniciados harían descender los poderes del infierno sobre sus cabezas si descubrían el alfabeto Hebreo.Pero aunque hay puntos sobre los que las escuelas ocultas podrían reconsiderar su posición con provecho, poca duda puede haber en la mente de cualquiera familiarizado con la naturaleza del trabajo llevado a cabo en una escuela de ocultismo prictico, de que es necesario un juramento de secreto.Ning´sn iniciado del Sendero de la Derecha esconderi nunca el conocimiento a alguien que sea digno de recibirlo; mis bien desea llevar consigo sus cosechas cuando sea llamado a entrar en la Gran Logia Blanca; busca diligentemente pupilos a los que pueda entrenar para ayudarle en sus trabajos, pues sin tal ayuda muchas tareas le son imposibles. Pero, por otra parte, no osa, por su propia protección si es que no por un motivo más digno, aceptar como pupilo a cualquiera que presumiblemente abuse de ese conocimiento o traicione esa confianza. Por esta razón somete a sus pupilos a pruebas y sólo los admite gradualmente al conocimiento que guarda, de modo que, si bajo la tensión del entrenamiento oculto revelasen insospechados fallos de caracter, podrían ser rechazados antes de haber ido suficientemente lejos como para ser peligrosos.El crítico de los Adeptos se formaría una opinión mis veraz de su actitud si no los mirara como a guardianes de un tesoro distribuyéndolo a rega´nadientes a aspirantes cuyos derechos fuese imposible ignorar o desafiar, sino mis bien como a entrenadores de carreras de caballos, ensayando pacientemente bestia tras bestia en la esperanza de que pueda finalmente encontrarse una que gane el Grand National.El Adepto que acepta un pupilo inadecuado es tan culpable de crueldad como el jinete que envka a un caballo a una valla que no puede tomar.Pero aunque el buscador de la iniciación debe estar preparado para aceptar un juramento de secreto como una de las condiciones de su entrenamiento, se sostiene en Occidente que no debería pedírsele que acepte un juramento de obediencia. En el Oriente, sin embargo, éste no es el caso, y muchas, si no la mayoría, de las escuelas orientales, y escuelas que derivan del Oriente, exigen tal juramento como parte de su disciplina. Ellas son sin duda las mejores jueces de las necesidades de las almas encomendadas a su cuidado, pero tal sistema no se adapta al temperamento occidental, entrenado en la libertad durante generaciones, y nunca fue parte de la Tradición Occidental, incluso en el tiempo en que las naciones a las que servía aún mantener la esclavitud y la autocracia. Es verdad que, para la iniciación, el pupilo debe ofrecer una dedicación sin reservas a su Maestro, pero no deberka permitir que nadie interpretase por él los términos de esadedicación; su propio YO SUPERIOR debería ser el único juez.El verdadero iniciador le ayudari a encontrar a su Maestro, y si se hace un intento así se aconseja al pupilo que lo aparte perentoriamente a un lado. Cierto, un ocultista de alto grado puede llevarle un mensaje o instrucción de su Maestro, pero no debería considerarlo nunca como autoritativo excepto que "haga arder su corazón dentro de sí", excepto que haya esa respuesta de la intuición que lo hace válido para él.Suponiendo, por ejemplo, que un Adepto dijera a un neófito que el Maestro le ha dado tal o cual instrucción, y el neófito replicase;"Eso no me parece correcto",Quién ha de ser el juez?Sin duda alguna el neófito, pues es mejor para su avance que yerre como hombre a que sea impulsado adelante como esclavo; aprenderá más de un error honesto que de apoyarse inteligentemente sobre el juicio de otro. La temeridad y la auto-confianza presuntuosa sin duda que recibirán su reproche, pero el hombre que tiene el coraje de sus convicciones es mis probable que logre llegar hasta la iniciación que el que esti contento de dejar que otro piense por él.El consejo es una cosa, y las ordenes son otras.El consejo se da a fin de que pueda iluminar la comprensión, y sólo ha de seguirse tras una consideración madura; un hombre de la raza occidental replicará generalmente que es incompatible con su hombría tomar órdenes, en cuestiones de conciencia, de una criatura falible. Es un hombre valiente el que asume la responsabilidad de guiar a otra alma a ciegas entre el Cielo y el Infierno.El verdadero entrenador de almas sabe que no sirve a propósito ´stil alguno exigir tal juramento, pues salvo que esté preparado para conducir valientemente a sus pupilos hasta el Reino de los Cielos, debe ense´narles a caminar sobre sus propios pies, y nunca puede hacer eso mientras les mantenga entablillados en un juramento de obediencia. Y en verdad, si fuera a conducirlos, es muy dudoso que le Cielo les aceptase, pues la iniciación requiere grandes cualidades de carácter, y éstas no pueden aprenderse mis que en la libertad. Los Misterios siempre exigen de un hombre el que sea tanto libre como de buena reputación, y ésta no es una mera forma de palabras retenidas de tiempos antiguos, pues si un hombre es de tal naturaleza que pasa fácilmente bajo el dominio de un compa´nero sin resentirse instintivamente del proceso, estará muy expuesto a pasar bajo el dominio de seres que no son sus compa´neros y caer víctima de la obsesión.Lo que se requiere del neófito no es una obediencia ciega sino una comprensión inteligente de los principios. Su instructor le exige que haya alcanzado tal grado de auto-disciplina que, cuando se le explique un principio , sea capaz de ponerlo en inmediatamente en prictica sin que el rebuzno del hermano Asno se vuelva demasiado grande. Por ejemplo, si el Adepto instruyese al neófito a velar hasta el amanecer, espera que el neófito sea capaz de mantenerse despierto, y no va a sentarse toda la noche pinchindole cada vez que muestre signos de inclinar la cabeza. æCómo ha de pasarse cualquier prueba si el pupilo esti acostumbrado a obedecer instrucciones en vez de pensar por sí mismo? Las pruebas en ocultismo están basadas parcialmente en la aplicación inteligente de los principios a las circunstancias, y parcialmente en el caricter y la fuerza vital, y una capacidad de obediencia ciega no va a hacer pasar a un aspirante estas pruebas.La petición de un juramento de obediencia no suena bien, pues si la obediencia se requiere para propósitos que obtendrían la aprobación del pupilo por qué no, como hombre libre, habría de dar su lealtad? Y, si son de tal naturaleza como para no condenar su aceptación, æes correcto que sea coaccionado contra su conciencia? Si la luz que está en él es tan tenue que no puede comprender los principios implicados, no deberka ser situado en la posición de tener que tratar con problemas que estin mis alli de sus poderes. El Harías jurar a un ni´no en el jardín de infancia un juramento de lealtad a Euclides y obediencia a sus principios? Cuando entienda las proposiciones de Euclides verá que son auto-evidentes. Igual ocurre con los principios ocultos: son leyes naturales, no promulgaciones arbitrarias, y discutirlos es como apalear un burro muerto. Si los pretendientes a instructores de la ciencia oculta realizasen que su posición es taninexpugnable como la de un astrónomo, y que pueden dejar con seguridad a un pupilo recalcitrante tratar con las leyes que desafía, habría muchas menos charla de cismas y rebelión en las escuelas ocultas. En estas materias ning´sn hombre tiene necesidad alguna de tomar la ley en sus propias manos, sea pupilo o iniciador. Suponiendo que el pupilo de un astrónomo tratara de saltar fuera de la tierra le encerraría su instructor para salvar su vida? Suponiendo que tratase de da´nar la Luna, æLe haría jurar un juramento solemne de que se refrenaría? Los maestros pueden tener cuidado de Si Mismos, y si persistimos en introducir palos en las ruedas cósmicas, somos nosotros los que obtenemos una mu´neca rota, y sin darnos las gracias por nuestros dolores.Si un instructor basa su ense´nanza sobre principios espirituales, puede con seguridad abandonar a sus pupilos a estos principios, sea para recompensa o castigo.El hombre que se levanta sobre tales principios está en una posición inexpugnable y nada puede desalojarle. Incluso si fuera neófito andando a tientas en la oscuridad, el principio espiritual es el hilo que le conducirá a través de laberinto; si suelta su asidero sobre él, esti perdido; si lo mantiene, él puede ser su propio iniciador. Una de las pruebas de los Misterios tienta al aspirante a un acto sin principios en nombre de los Maestros, y si él tiene tan poca comprensión de su naturaleza como para rendirse, es rechazado."Amaras al Se´nor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza" y "Sólo a El" le servirás, la función del instructor, iniciador, fraternidad u Orden, es traerte hacia Dios, no tomar el lugar de dios y exigir tu lealtad."Seguidme sólo cuando siga a los Maestros"dijo H.P.B., y ella habló como una verdadera iniciadora.Todos los ocultistas blancos que te dicen que nunca sometas tu voluntad; deberían decirte también que nunca sometas tu juicio.El instructor que pide que le sigas ciegamente no te está entrenando mis que un matemático que sigue el mismo método.Si una sugerencia no apela a tu razón y conciencia, recházala.Aquellos que escalan alto están sujetos a grandes tentaciones, y nunca sabemos cuando el vértigo de las alturas puede coger incluso al mis grande; hay materias en las que los observadores a menudo ven la mayor parte del juego, y el caminante, aunque sea tonto,puede a veces hacerse un juicio mis claro que aquelloscuyos ojos estin cegados por demasiada luz.Las cuestiones de principios no tienen nada que ver con el intelecto, conciernen al carácter; y por poco que puedas saber de ocultismo, eres competente para decidir una cuestión de principio por la guka de tu conciencia, que, para ti, es la voz del Maestro.
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