viernes, 15 de julio de 2011

SUEÑOS PREMONITORIOS

Fuente no citada




Durante el sueño parece que se nos abran otros mundos. Con frecuencia, nuestros

sueños nos transportan a tiempos y lugares remotos; nos encontramos a nosotros

mismos entre personas y cosas que nos son familiares, aunque extrañamente

transfiguradas. Hacemos cosas que nos resultarían imposibles estando despiertos,

o nos encontramos paralizados e incapaces de realizar la más simple de las

acciones. A veces tenemos la sensación de poseer un conocimiento profundo que

daría sentido a toda nuestra vida, conocimiento que olvidamos al despertar o que

nos parece incoherente. Y quizás, a veces, los sueños nos proporcionan un

conocimiento real, una visión de un futuro que acontecerá en realidad.

La naturaleza de los sueños ha desconcertado a la humanidad civilizada desde los

primeros tiempos. Alrededor de los sueños se han desarrollado innumerables

creencias y cultos. Esto no debe sorprendernos, ya que actualmente ninguna

teoría del sueño y de los sueños es aceptada universalmente.

Las antiguas creencias acerca de los sueños se basaban en la idea de que

predecían sucesos futuros, y se inventaron métodos complicados para su

interpretació n. Uno de los más antiguos manuscritos que se conservan, un papiro

egipcio de 4.000 años de antigüedad, está dedicado al complejo arte de la

interpretació n de los sueños.

Un sueño del faraón Tutmés IV, hacia 1450 a.C., se consideró lo bastante

importante como para ser grabado en una lápida que fue erigida frente a la Gran

Esfinge de Gizeh. Cuenta cómo, cuando era todavía príncipe, Tutmés soñó durante

la siesta que el dios Hormakhu le hablaba, diciéndole: "La arena del paraje en

el que transcurre mi existencia me ha cubierto. Prométeme que tú harás lo que

desea mi corazón; entonces sabré que tú eres mi hijo, que tú eres mi

salvador..." Cuando fue faraón, Tutmés retiró la arena que cubría la Esfinge

sagrada en honor de Hormakhu, y su reinado fue largo y fructífero, tal como el

dios le había prometido en el sueño.

miércoles, 6 de julio de 2011

Sueños proféticos

Estos sueños, como indica Dickens, son muy detallados, o bien presentan alguna


cualidad especial que les es propia. El doctor Walter Franklin Prince, clérigo e

historiador americano, y brillante investigador psíquico, contaba que en el

transcurso de su vida tuvo cuatro sueños que, comparados con el resto, son "como

la noche al día". Las imágenes en estos sueños eran extraordinariamente reales,

y las emociones que producían, intensas. Este es el relato de uno de sus sueños:

Estaba mirando un tren cuya cola salía de un túnel. De pronto, para mi horror,

otro tren se arrojó sobre él. Vi arrugarse y amontonarse los vagones, y de entre

la masa de restos salían los gritos agudos y agonizantes de los heridos... Luego

lo que parecían ser nubes de vapor o humo se incendiaron y los gritos de agonía

aumentaron. En este instante mi esposa me despertó, preocupada por mis gritos

angustiados.

A la mañana siguiente ocurría en Nueva York, a 125 km. de distancia, una

catástrofe ferroviaria. Cuando el doctor Brice leyó las crónicas de los

periódicos quedó sorprendido por la similitud de muchos detalles: los trenes

colisionaron a la entrada de un túnel, los conductos de vapor reventaron y se

produjo un incendio, etcétera.

John W. Dunne, ingeniero aeronáutico británico, estaba intrigado por sus propios

sueños que, con frecuencia, parecían predecir acontecimientos futuros. En su

libro An experiment with time (Experimento con el tiempo, 1927) describió

meticulosamente algunos de ellos. El siguiente, ocurrido en otoño de 1913, es un

ejemplo típico:

La escena era un terraplén con una vía de ferrocarril. Supe entonces que el

lugar se encontraba al norte del puente de FirthForth, en Escocia. Al pie del

terraplén había una senda, por la que la gente paseaba en pequeños grupos. La

escena se repitió algunas veces, pero en la última vi que un tren que iba en

dirección norte había caído por el terraplén. Vi varios vagones cayendo y

bloques de piedra rodando.

Trató de fijar la fecha, pero todo lo que pudo conseguir fue localizarla en la

primavera siguiente (a mediados de abril).

El 14 de abril de 1914 el tren-correo "El escocés volador" saltó el parapeto

cerca de la estación de Burntisland, 24 kilómetros al norte del puente Forth,

cayendo sobre el campo de golf desde 6 metros de altura.

Recientemente se han instalado en diversos lugares del mundo oficinas para

recoger las premoniciones del público, en un intento de contrarrestar la opinión

de que estos relatos sólo se conocen después de que los hechos hayan ocurrido.

La Oficina de premoniciones de Toronto, recibió el siguiente relato de una

premonición que, como muchas otras, tiene su origen en un sueño.

La señora Zmenak soñó que recibía una llamada de la policía. Le dijeron que su

marido llegaría a casa algo más tarde porque se había producido una muerte;

luego vio un cuerpo sin piernas. Al despertar estaba segura de que su esposo no

iba a morir, pero si de que alguien moriría si él salía de casa al día

siguiente. El esposo desestimó la advertencia.

De regreso a casa, el coche del señor Zmenak sufrió una avería y se detuvo.

Mientras él iba a telefonear, un coche de la policía se detuvo para comprobar lo

que hacía, y también se detuvo otro coche al otro lado de la calzada. Su

conductor se había perdido y cruzó la carretera para informarse. El policía le

indicó la ruta, pero cuando regresaba a su coche fue atropellado y murió en el

acto. Sus piernas quedaron como separadas del cuerpo.

Cuando un sueño profético coincide con la realidad de una forma tan exacta, se

diría que durante el sueño las barreras del tiempo y del espacio se pueden

saltar. Como todos dormimos y soñamos, todos tenemos la posibilidad de traspasar

esas barreras en alguna ocasión.

domingo, 27 de marzo de 2011

EL DALAI LAMA HABLA SOBRE LA ESPIRITUALIDAD

 
La dimension de la espiritualidad 
 
Las leyes de la vida
 

Hermanos y hermanas, me gustaría abordar el tema de los valores espirituales con la definición
de dos valores de espiritualidad.
Para empezar, permitidme decir que como seres hu­manos nuestro objetivo básico es el de disfrutar
de una vida feliz; todos queremos experimentar la felicidad. Es algo natural para nosotros
 buscarla. Éste es el propósito de nuestra vida. La razón de ello es bastante obvia: cuan­do perdemos
la esperanza, el resultado es que nos de­primimos y hasta es posible que nos volvamos suicidas.
Nuestra propia existencia está, pues, fuertemente arrai­gada en la esperanza. Si bien no existe
 ninguna garantía de lo que nos va a traer el futuro, porque somos capaces de continuar viviendo,
tenemos esperanza. Por tanto, podemos afirmar que el propósito de nuestra vida, el ob­jetivo de
nuestra vida, es la felicidad. Los seres humanos no son producto de las máquinas.
Somos más que simple materia; nosotros sentimos y ex­perimentamos. Por ello, e
l bienestar material por sí solo no basta. Necesitamos algo más profundo,
 aquello que normalmente defino como afecto humano o compasión.
Con el afecto humano, o compasión, todas las ventajas materiales que tenemos a nuestra
 disposición pueden ser muy constructivas y producir resultados positivos. No
obstante, sin él, las ventajas materiales por sí solas no conseguirán satisfacernos
ni tampoco aportarnos nin­gún grado de paz mental
 o felicidad. De hecho, las
ven­tajas materiales sin el afecto pueden incluso crear pro­blemas adicionales.
En consecuencia, podemos afirmar que el afecto o compasión es la clave para la felicidad hu­mana.
 
EL PRIMER NIVEL DE ESPIRITUALIDAD:
 
LAS RELIGIONES DEL MUNDO Y SU VALOR PARA LA HUMANIDAD

El primer nivel de espiritualidad para los seres humanos de cualquier lugar del mundo es la fe
 en una de las mu­chas religiones que existen. En mi opinión, cada una de las principales
 religiones mundiales cumple una impor­tante función; pero para que éstas contribuyan
 eficaz­mente en beneficio de la humanidad, desde el aspecto religioso, existen dos
 factores importantes a tener en cuenta. El primero de ellos es que los practicantes
a tí­tulo individual de todas estas religiones, es decir, noso­tros mismos,
 debemos practicarlas de forma sincera.
Las enseñanzas religiosas deben ser parte integral de nues­tras vidas; no han de estar
 desligadas de esa práctica. A veces, entramos en una iglesia o un templo y recitamos
 oraciones o quizá generamos algún tipo de sentimiento espiritual, pero en cuanto salimos a
 la calle, esta sensa­ción religiosa desaparece totalmente. Ésta no es la forma correcta de
 practicar. El mensaje religioso debe perma­necer con nosotros dondequiera que estemos.
 Las ense­ñanzas de nuestra religión tienen que estar presentes en nuestras vidas de tal forma
 que, cuando realmente nece­sitemos o pidamos bendiciones o fuerza interior, estas
 enseñanzas estén ahí incluso en esos momentos; estarán ahí cuando experimentemos
 dificultades porque esta­rán constantemente presentes. La religión sólo puede ser
realmente eficaz cuando se ha convertido en parte integral de nuestras vidas.

Necesitamos, asimismo, experimentar con mayor pro­fundidad los significados y valores
espirituales de nuestra propia tradición religiosa, necesitamos conocer estas en­señanzas
 no solamente a nivel intelectual, sino también a través de nuestra propia experiencia
 más profunda. A veces comprendemos diferentes ideas religiosas en un plano demasiado
 superficial o intelectual. Sin un senti­miento más profundo, la eficacia de la religión
queda li­mitada. Así pues, debemos practicar de forma sincera, y la religión
 ha de convertirse en parte de nuestras vidas.

LA IMPORTANCIA DE UNA RELACIÓN ESTRECHA ENTRE LAS RELIGIONES

El segundo factor está más relacionado con la interac­ción entre las diferentes religiones del
mundo. En la actualidad, debido al ascenso del cambio tecnológico y a la economía
 mundial, nos hallamos en una situación en la que jamás habíamos dependido tanto unos de otros.

Entre los diferentes países y continentes, se ha estableci­do una relación mucho más estrecha.
De hecho, la su­pervivencia de una región del mundo depende de la de las otras. En consecuencia,
el mundo ha establecido unos lazos mucho más estrechos, es más interdepen­diente y
 existe más interacción humana. En tales circunstancias, la idea de pluralismo entre las
 religiones mundiales es de suma importancia. En épocas pasadas, cuando se vivía en comunidades
alejadas unas de otras y las religiones surgían en relativo aislamiento, la idea de que solamente
existía una religión resultaba muy útil. Pero ahora la situación ha cambiado, y las circunstancias
 son totalmente diferentes. Aceptar el hecho de que exis­ten diferentes religiones es de
esencial importancia, y para desarrollar un respeto mutuo genuino entre ellas, es
 imprescindible establecer un contacto cercano entre las diferentes religiones.
Éste es el segundo factor que hará que las religiones mundiales sean efectivas a la hora
 de ejercer un efecto benéfico para toda la humanidad. Cuando estaba en el Tíbet, no tenía
ningún contacto con personas de otras religiones, por ello mi actitud ha­cia ellas no era muy
 positiva. Pero una vez tuve la opor­tunidad de conocer a personas de otras creencias y
aprender a partir del contacto personal y la experiencia, mi actitud hacia las demás religiones
 cambió. Me di cuenta de lo útiles que son para la humanidad, y del po­tencial que cada una de ellas tiene
 para contribuir a un mundo mejor. A lo largo de varios siglos, las religiones han aportado elementos
 maravillosos para una evolu­ción mejor de los seres humanos e incluso hoy en día existe gran número
 de seguidores del cristianismo, del islam, del judaísmo, del budismo, etcétera. Millones de personas
se están beneficiando de todas estas religiones. Para dar un ejemplo del valor que tiene conocer
 a personas de diferentes creencias, mis encuentros con el fallecido Thomas Merton hicieron
 que me diera cuenta de lo maravilloso y valioso que era como persona.
En otra ocasión, tuve la oportunidad de conocer a un mon­je católico en Montserrat, uno de
los famosos monaste­rios de España. Me habían dicho que este monje había vivido durante
 varios años como ermitaño en una colina justo detrás de la abadía. Cuando visité el
monasterio, descendió de su ermita expresamente para conocerme. Dio la casualidad de
 que su inglés era aún peor que el mío y esto me animó más para hablar con él. Nos
que­damos frente a frente y le pregunté: «En todos estos años, ¿qué has estado haciendo
 en esa colina?». Me miró y contestó: «Meditación en la compasión, en el amor». Cuando
 pronunció estas pocas palabras comprendí el mensaje a través de sus ojos. Desarrollé,
 verdaderamen­ te, una sincera admiración hacia aquella persona y hacia otros como él.
Este tipo de experiencias me ha ayudado a confirmar en mi mente que todas las religiones
 mun­diales poseen el potencial para generar bondad en las personas, independientemente
 de sus diferencias en fi­losofía y doctrina. Cada tradición religiosa
 tiene su pro­pio mensaje maravilloso que transmitir.
Por ejemplo, desde el punto de vista del budismo, el concepto de un creador es ilógico; debido
a la manera en que el budismo analiza la causalidad, resulta un con­cepto difícil de comprender
para los budistas. No obstante, no cabe ahora profundizar en cuestiones filosófi­cas. El
punto importante aquí es que para las personas que siguen enseñanzas en las
 que la creencia básica resi­de en un creador, este enfoque resulta muy eficaz.
Según esas tradiciones, el ser humano es creado por Dios. Ade­más, por lo que recientemente
 he aprendido de mis ami­gos cristianos, no aceptan la teoría del renacimiento, por lo cual
tampoco aceptan las vidas pasadas o futuras. Aceptan solamente esta vida. Sin embargo,
sostienen que esta misma vida está creada por Dios, por el creador, y esta idea genera en
 ellos un sentimiento de intimidad con él. Su enseñanza más importante es que, dado que
 nosotros estamos aquí por voluntad de Dios, nuestro fu­turo depende del creador, y debido
a que éste está con­siderado como sagrado y supremo, nosotros debemos amarlo.
Lo que se observa de esta enseñanza es que nosotros deberíamos amar a nuestros
semejantes, los seres huma­nos; éste es el mensaje esencial. El razonamiento es que
 si nosotros amamos a Dios, debemos amar a nuestros se­mejantes, los seres humanos,
 porque ellos, como noso­tros, fueron creados por aquél. Su
 futuro, así como el nuestro,
depende del creador; así pues, su situación es como la nuestra. En consecuencia, resultaría
 cuestiona­ble la fe de las personas que dicen: «Amad a Dios», pero que no muestran un
amor sincero hacia sus iguales, los humanos. La persona que cree en Dios y
en el amor ha­cia él debe manifestar la sinceridad de su amor
a través del amor dirigido hacia sus semejantes.
Este tipo de en­foque es muy poderoso, ¿no os parece?. Si examinamos de esta manera
cada religión desde di­ferentes ángulos, no simplemente a partir de nuestra propia
postura filosófica, sino teniendo en cuenta dife­rentes puntos de vista, no cabe duda
de que todas las principales religiones tienen el potencial de hacer mejor al ser
humano. Esto es evidente: un contacto estrecho con personas de otras creencias
hace posible desarrollar una actitud mental amplia y respeto mutuo con relación a otras religiones.
El acercamiento a diferentes creencias me ayuda a aprender nuevas ideas, nuevas
 prácticas, y nuevos métodos o técnicas que yo puedo incorporar en mi propia práctica.
 De forma similar, algunos de mis her­manos y hermanas cristianos han adoptado ciertos
mé­todos budistas como, por ejemplo, la práctica de la con­centración mental en un solo
 punto, así como técnicas que ayudan a desarrollar la tolerancia, la compasión y el amor.
Resulta de gran beneficio que practicantes de di­ferentes religiones se reúnan para
 este tipo de intercam­bios. Además de desarrollar la armonía entre ellos, tam­bién
pueden obtenerse otros resultados benéficos.
Los políticos y los líderes nacionales hablan con fre­cuencia de la «convivencia» y el
 «acercamiento» . ¿Por qué no puede ser así también entre las personas religio­sas?
Creo que ha llegado la hora. En Asís, en 1987, por ejemplo, líderes y representantes de
 diferentes religio­nes mundiales se reunieron para orar juntos, aunque no estoy
 seguro de que la palabra «oración» sea el término adecuado para describir de forma
 exacta la práctica de todas estas religiones. En cualquier caso, lo importante es que
 representantes de distintas religiones se reúnan en un mismo lugar y recen, cada
uno de acuerdo con su propia fe. Esto ya está sucediendo y, en mi opinión, algo muy
 positivo se está generando. No obstante, todavía necesitamos poner más esfuerzo
 en desarrollar la armo­nía y la proximidad entre las diferentes regiones del mundo,
 ya que sin tal esfuerzo continuaremos experi­mentando los
numerosos problemas que dividen a la hu­manidad.
Si la religión fuera el único remedio para disminuir el conflicto humano y si este mismo
 remedio se convirtiera en una fuente más de conflicto, sería algo desastroso. En la
 actualidad, así como en el pasado, surgen conflictos en nombre de la religión debido
a diferencias religiosas, y en mi opinión esto es muy, muy triste. Pero como ya he
 mencionado anteriormente, si pensamos con una mente más amplia y profunda,
nos daremos cuenta de que la si­tuación en el pasado era totalmente distinta a la
de hoy. Ya no vivimos de una manera aislada sino interdepen­diente. Por tanto, en la
 actualidad es muy importante darse cuenta de que una relación estrecha entre las
di­ferentes religiones es algo fundamental; sólo así los dife­rentes grupos religiosos
tendrán la posibilidad de trabajar juntos de forma más íntima y hacer un esfuerzo
 común en beneficio de toda la humanidad. Sinceridad y fe en la práctica religiosa
por un lado, y tolerancia religiosa y cooperación por el otro, comprenden
el primer nivel del valor de la práctica espiritual para la humanidad.

EL SEGUNDO NIVEL DE ESPIRITUALIDAD: LA COMPASIÓN COMO RELIGIÓN UNIVERSAL

El segundo nivel de espiritualidad es más importante que el primero porque sin importar
 lo maravillosa que pueda ser una religión, las personas que la aceptan si­guen siendo un número
 muy limitado. La mayoría de los cinco o seis mil millones de seres humanos que hay en
nuestro planeta, probablemente no practican ningún tipo de religión. De acuerdo con
 la formación que han recibido por parte de su familia, quizá se identifiquen como
 pertenecientes a uno u otro grupo religioso: «Yo soy hindú», «Yo soy budista», «Yo soy cristiano»,
 pero en profundidad, la mayoría de estas personas no son nece­sariamente practicantes
 de ninguna fe religiosa. Esto es así y está bien; el hecho de que una persona adopte
o no una religión es un derecho individual de cada uno. To­dos los grandes
 maestros de la Antigüedad, tales como Buda, Mahavira, Jesucristo y Mahoma,
nunca lograron crear una conciencia espiritual en toda la humanidad, en todos
los seres humanos. En realidad, nadie puede hacer tal cosa.

Si estas personas no creyentes se llaman a sí mismas ateas no importa. De hecho,
 según algunos eruditos occidentales, los budistas también son ateos, dado que no
aceptan el concepto de un creador. Por ello, a veces, añado una palabra más al describir
 a los no creyentes y es la palabra «extremista»; los llamo no cre­yentes «extremistas». Estas
 personas no son solamente no creyentes sino que son extremistas en su visión al
 sostener que la espiritualidad no tiene ningún valor. Si embargo, debemos recordar
 que ellas también forman parte de la humanidad y que, como todos los seres hu­manos,
tienen el deseo de ser felices, de vivir una vida fe­liz y en paz. Éste es el punto
 importante. Por mi parte creo que no hay nada malo en continuar siendo no
creyente, pero mientras seamos parte de la hu­manidad, mientras seamos seres
 humanos, tenemos ne­cesidad del afecto humano, de la compasión humana.

Ésta es, en realidad, la enseñanza fundamental de todas las tradiciones religiosas:
el punto esencial es la compa­sión o el afecto humano. Sin éste, incluso las creencias
 religiosas pueden resultar destructivas. Por tanto, la esen­cia en la religión incluso
 es la bondad de corazón. Desde mi punto de vista, el afecto humano o la compasión
 es la religión universal. Sea uno creyente o no, todos necesi­tamos afecto humano
 y compasión, porque nos da fuer­za interna, esperanza y
 paz mental. Resulta, pues, algo in­dispensable para todos.

Examinemos, por ejemplo, la utilidad de un corazón bondadoso en la vida cotidiana.
 Si nos sentimos de buen humor cuando nos levantamos por la mañana, si hay en
 nosotros un sentimiento de bondad, automáticamente nuestra puerta interna
 se abre a ese día. Incluso en el caso de que nos encontrásemos a una persona
 desagra­dable, no experimentarí amos demasiada alteración y quizá incluso
conseguiríamos decirle algo agradable. Po­dríamos charlar con esa persona
poco amistosa y tal vez incluso mantener una conversación profunda. Sin
em­bargo, en un día en el que nuestro estado de ánimo es menos positivo y
nos sentimos irritados, de forma auto­mática se cierra nuestra puerta interna.

En consecuen­cia, incluso si nos encontramos con nuestro mejor ami­go o amiga
 nos sentimos incómodos y tensos. Estos ejemplos muestran cómo nuestra
actitud interior marca una gran diferencia en nuestras experiencias diarias. Así
pues, para crear una atmósfera agradable, placentera, dentro de nosotros mismos,
de nuestras familias o nues­tro entorno, debemos darnos cuenta de que el origen
 úl­timo de esa atmósfera placentera reside dentro de cada uno: un corazón bondadoso,
 compasión humana, amor. El hecho de crear una atmósfera positiva y amistosa
nos ayuda automáticamente a disminuir el miedo y la in­seguridad. De esta
 manera podemos, con mayor facili­dad, hacer nuevos amigos y provocar más sonrisas.
 

Des­pués de todo, somos animales sociales. Sin la amistad con otros seres humanos,
sin la sonrisa humana, nuestra vida se convierte en desdicha. La sensación de soledad
se hace insoportable. Se trata de una ley de la naturaleza; en otras palabras, según las
leyes naturales, dependemos unos de otros para vivir. Si bajo ciertas circunstancias,
de­bido a que algo no funciona en nosotros, nuestra actitud hacia nuestros semejantes,
de quienes dependemos, se vuelve hostil, ¿cómo podemos esperar alcanzar la paz
 mental o disfrutar de una vida feliz? De acuerdo con la naturaleza básica humana,
o ley natural, el afecto -la compasión- es la clave para la felicidad.

Según la medicina contemporánea, un estado mental positivo, o paz mental,
resulta también beneficioso para nuestra salud física. Si estamos constantemente
 alterados acabamos dañando nuestra propia salud. Por tanto, in­cluso en el aspecto
 de la salud, la calma mental y la se­renidad son muy importantes. Esto demuestra
 cómo el cuerpo físico de por sí aprecia y responde a la calidez hu­mana, a la paz mental.

LA NATURALEZA HUMANA FUNDAMENTAL

Si observamos la naturaleza humana fundamental, ve­mos que nuestra naturaleza no
es de carácter agresivo sino dócil. Por ejemplo, si examinamos diferentes ani­males, nos
 damos cuenta de que los más pacíficos tienen una estructura corporal en concordancia
con su natura­leza; de forma similar, la estructura física de los animales de presa
también se ha desarrollado de acuerdo con lo que son. Comparemos el tigre y el
 ciervo: existen gran­des diferencias en sus estructuras físicas. Cuando com­paramos
 nuestro propio cuerpo con el de ellos, vemos que nosotros nos parecemos
 más a los ciervos y a los co­nejos que a los tigres.

Incluso nuestros dientes son más parecidos a los de ellos, ¿no es así? No son como
los de un tigre. Nuestras uñas son otro buen ejemplo, pues ni tan siquiera puedo
 cazar a un ratón sólo con mis uñas de humano. Por supuesto, debido a la inteligencia
humana, somos capaces de inventar y utilizar diferentes herra­mientas y métodos
para hacer cosas que sin ellos nos se­ría difícil realizar. Así, como podemos ver,
debido a nues­tra condición física pertenecemos a la categoría de animales
dóciles. Considero pues que ésta es la natura­leza humana fundamental tal
 como enseña nuestra es­tructura física básica.

LA COMPASIÓN Y LA RESOLUCIÓN DE LOS CONFLICTOS

Dada nuestra situación global actual, la cooperación es esencial, en particular en
 campos como la economía y la educación. En la actualidad, el concepto de que
 las dife­rencias son importantes prácticamente ha desaparecido, como queda reflejado
en el movimiento por una Europa occidental unida. Este movimiento es, en mi opinión,
realmente valioso y muy oportuno. No obstante, el esfuerzo por crear este estrecho
vínculo entre las diferen­tes naciones no surgió debido a la compasión
o la fe re­ligiosa, sino más bien por necesidad.

Existe en el mundo una tendencia creciente hacia la conciencia global. En tales
circunstancias, una relación estrecha con los demás se ha convertido en un elemento
 ligado a nuestra propia supervivencia. El concepto de la responsabilidad univer­sal,
basada en la compasión y el sentimiento de herman­dad, es hoy fundamental. El mundo
 está lleno de con­flictos -por ideologías, por religión e incluso conflictos dentro de
las familias- basados en el hecho de que una persona quiere una cosa mientras otra
desea algo distin­to. Si examinamos el origen de todos estos conflictos, descubrimos
 que hay varias, existen muchas causas dife­rentes, incluso dentro de nosotros mismos.

No obstante tenemos, a la vez, el potencial y la habili­dad para unirnos en armonía.
 Todas estas otras cosas son relativas. Aunque existan muchos puntos que
originan conflicto, existen al mismo tiempo muchas posibilidades de generar unión
 y armonía. Ha llegado el momento de poner mayor énfasis en la unión. Aquí, una
 vez más, debe haber afecto humano. Por ejemplo, quizá uno ten­ga una opinión
 religiosa o ideológica diferente a la de otra persona.

Si respetamos sus derechos y mostramos de forma sincera una actitud compasiva
hacia ella, en­tonces no importa si su idea se adapta a la nuestra; esto sería algo
 secundario. Mientras la otra persona crea en ello y se beneficie de tal punto de vista,
está en su pleno derecho. Por tanto, debemos sentir respeto y aceptar el hecho
de que existen diferentes puntos de vista. Lo mis­mo sucede en el campo de la
 economía: nuestros com­petidores también deben obtener algún tipo de bene­ficio,
 porque ellos asimismo han de sobrevivir. En mi opinión, cuando tenemos
una percepción más amplia basada en la compasión las cosas empiezan a
 ser mucho más fáciles. Una vez más, la compasión es el factor clave.

CONCLUSIÓN: EL SIGNIFICADO DE LA COMPASIÓN
 

He hablado extensamente acerca de la compasión sin explicar su verdadero
 significado. Me gustaría ahondar en el sentido de la compasión, que a menudo suele
en­tenderse erróneamente. La genuina compasión está ba­sada no en nuestras
propias proyecciones y expectativas sino en los derechos del otro. Independientemente
de si la otra persona es un amigo íntimo o un enemigo, el he­cho de que desee la
 paz y la felicidad y quiera superar el sufrimiento ha de servirnos de base para
desarrollar un genuino interés por su problema. Ésta es la compasión auténtica.

Normalmente, cuando nos interesamos por un amigo íntimo, llamamos a esto
compasión. Esto no es compasión, es apego. Incluso en el matrimonio, aquellos
 que perduran a lo largo del tiempo lo hacen no debido al apego -aunque
 generalmente está presente-, sino por­que también existe compasión. Los
 matrimonios que duran sólo poco tiempo experimentan falta de compa­sión;
existe solamente apego emocional basado en pro­yecciones y expectativas.
 Cuando el único punto de unión entre amigos íntimos es el apego, incluso
 un pe­queño detalle puede hacer cambiar nuestras proyeccio­nes. Tan pronto
 como cambian nuestras proyecciones, desaparece el apego,
porque estaba basado únicamente en aquéllas

Es posible tener compasión sin apego y, de forma si­milar, sentir enfado sin
odio. Por consiguiente, necesitamos hacer una distinción clara entre la
compasión y el apego, y entre el enfado y el odio. Esta claridad de con­ceptos
 es útil en nuestra vida diaria y en nuestros esfuer­zos hacia la paz
mundial. Considero que éstos son los va­lores espirituales
 fundamentales para la felicidad de todos los seres humanos,
independientemente de si uno es creyente o no.
 

TENZIN GYATSO

S.S. Dalai Lama


 

Porque dando es como se recibe, olvidando es como se encuentra, perdonando es como se es perdonado y muriendo se resucita a la vida que no conoce fin.